Ya No Estoy Aquí: retrato de nuestro primer encierro
Una de las cosas por las que me gusta el cine tiene que ver con su manera de presentar la realidad a modo de sentirla ajena, a pesar de haber vivido lo que nos retrata. El cine es el reflejo del pasado, el retrato del presente y la proyección del futuro.
Y el cine mexicano se ha caracterizado en estos años por hacer un retrato de la realidad del país, al menos en las producciones que se permiten o luchan por su visibilidad. Porque, aunque nos gusta ver historias de héroes que salvan al mundo, es necesario que el arte nos muestre también nuestro lado más visceral, a modo de mover al público a cambiarlo.
Es por esto y por su relación con la música, que quiero hablarles de la gran galardonada de los Premios Ariel, Ya No Estoy Aquí, dirigida por Fernando Frías.
¿De qué trata?
Ya No Estoy Aquí cuenta la historia de Ulises, un joven amante de la cumbia rebajada que vive en uno de los barrios más vulnerables en Monterrey, Nuevo León. Por un malentendido con un grupo criminal, deberá alejarse de su tierra, hacia Queens, Nueva York, cambiando (o no) en el trayecto.
La película se estrenó por medio de la plataforma de streaming Netflix el 27 de mayo de 2020 y fue la gran ganadora de los premios Ariel de este año, llevándose, entre otros, el premio de Mejor Película y Mejor Actor, galardonando a Juan Daniel García Treviño, interpretando a Ulises. Por cierto, esta es la primera vez que actúa Juan Daniel, por lo que su gran interpretación fue muy reconocida.
Los años rojos
La película está ambientada en una época bastante fuerte para nosotros como mexicanos y especialmente para regiones del norte del país que fuimos especialmente afectados. La película se sitúa a finales de la primera década del los 2000, siendo esta la tan conocida guerra contra el narcotráfico, tiempo en el que nadie era libre, ni culpables ni inocentes, de vivir las atrocidades de ese tiempo.
Años en los que todos los días había decenas de muertos. Años en los que salir a festejar era altamente riesgoso por la actividad delictiva que había en el país. Incluso a mi, siendo una niña en esos tiempos, me tocó vivir dos balaceras y el ver como un encapuchado se subió a los techos de la escuela a la que asistía, con el miedo de que fuese «de los malos» y se iniciara una redada en la institución.
Cabe mencionar que la nota roja tuvo su mayor auge en ese tiempo, aunque era aún más peligroso ejercer el periodismo. Era tal el problema, que esta época dejó a un periodista muerto en la región lagunera y una balacera fuera del periódico más importante de la región. A pesar de que la película está ambientada en Monterrey, para nosotros como laguneros no nos es ajeno este escenario. Casi que vivimos lo mismo las dos regiones.
Sin embargo, este aspecto es meramente ambiental en la mayor parte del filme. La violencia no es la protagonista. Ulises y su soledad lo son en todo momento, lo que hace que este aspecto incluso pueda olvidarse en momentos.
Terkos por siempre
Ulises era parte de una pandilla llamada «Terkos». De hecho, él era el líder del grupo. Ellos pertenecían a una tribu urbana regiomontana llamada Kolombia.
Esta tribu era fiel a la cumbia rebajada, un estilo de cumbia que nace a finales de los 90’s, gracias a que un sonidero que tocaba en esas zonas para las fiestas del barrio, cometió un error y alentó una cumbia que estaba reproduciendo. Eso hizo click en la población y se popularizó hasta llegar al punto de haber fiestas dedicadas a la cumbia rebajada en la comunidad regia y un número considerable de personas que gustan de este tipo de remixes.
Aunque no es coincidencia que el grupo de Ulises se llame «Terkos». Durante la película vemos distintas escenas que nos remontan a la vida del protagonista en Monterrey y a su vida actual en Nueva York, dando a conocer una cierta añoranza y terquedad (valga la redundancia) a aferrarse a los viejos tiempos.
El sueño americano: ¿verdad o mito?
La película hace una crítica muy fuerte, aunque sutil, al contexto sociocultural en el país. Pero también se la hace al de los migrantes en Estados Unidos. Y es que «el sueño americano» se vende como algo perfecto y completamente alcanzable para todo aquel que quiera vivir en «la tierra de los libres» y poder tener una mejor vida que en sus tierras natales.
La película platea otro escenario. Uno más real y duro, el cual viven muchos que se encuentran fuera del país, de sus ciudades natales y que no pueden regresar por entrar de manera ilegal al país. La verdad de toda esta fantasía que se crea de Estados Unidos es que no es fácil tenerla, por mucho que lo planteen así.
Si llegas a un país desconocido sin saber el idioma que la mayoría sabe (no digo «oficial» porque Estados Unidos no tiene un idioma oficial), sin estudios superiores o algo que aportar, lamento decirlo, pero entonces será muy difícil alcanzar ese sueño que tanto prometen que hay.
Además, ¿quién dice que todos quieren ese sueño? No todos están en Estados Unidos por convicción. Muchos están ahí porque no hubo otra opción. Y eso, lo deja claro Fernando Frías en el filme.
Un comentario que retumba en mi cabeza
Soy de esas personas que lee o ve reseñas después de haber visto la película, a modo de conocer las opiniones de otros sobre el largometraje que vi. Es una maña mía muy arraigada y es una que disfruto hacer. Me da la sensación de que comento con otra persona mis visiones de un mismo largometraje.
Entre esas reseñas que vi, encontré la de JacoboWong, un youtuber de la primera ola fanático del cine. Además, al ser la película ambientada en Monterrey, Jacobo sabía muy bien lo que buscó transmitir Fernando Frías ya que él mismo es regiomontano.
Sin embargo, lo que me hizo estremecer fue un comentario de un usuario en ese mismo video. Una cosa que no había comprendido aún y que, al leerlo, me cayó como balde de agua fría. El comentario es este:
Poco tiempo antes de ver el filme, me di cuenta de que la cuarentena, hasta ese entonces (cabe aclarar), no me estaba afectando tanto como a otras personas. Lo atribuía a que aún estaba en mi último semestre de la carrera, llena de trabajos por hacer, y a la tesis. Pero cuando vi la película, luego la reseña y leí este comentario me cayó el veinte de lo que realmente estaba pasando, por lo menos conmigo.
Es que no era la primera vez que me encontraba encerrada en mi casa por miedo. Ya había pasado, hace un poco más de diez años por la delincuencia. Sí, tal vez no era igual, pero el miedo a la muerte se mantiene presente. El miedo de mis padres a que me pasara algo saliendo de casa estuvo ahí, al igual que ahora. No sé ustedes, pero yo sí encuentro mucha similitud en este miedo y el de hace más de una década.
Ya No Estoy Aquí es de esas películas que recuerdan una época que sentimos muy lejana, pero que tiene sus secuelas bien arraigadas en nosotros hasta el día de hoy. Esta película es un recuerdo de que estuvimos, tanto Monterrey, La Laguna y otras ciudades del país, en el Infierno y vuelto a salir.
¿Es buena?
En mi opinión, sí lo es. Ya No Estoy Aquí es una película que refleja este recuerdo del pasado que buscamos aferrarnos. Es buscar la manera de no ver un presente horrido que anhelamos nos sea ajeno. La constante búsqueda de la identidad y lo solitario que este camino puede ser. En definitiva, si no la han visto, se las recomiendo.
Por cierto, el final, si fuiste adolescente o adulto joven en ese tiempo, te dejará con muchos sentimientos encontrados. Porque la vida tiene maneras muy peculiares de hacernos ver la realidad.