Noche Gótica en MTY: Lebanon Hanover y Dlina Volny en el Café Iguana. Crónica de una Noche Gótica
Texto por Sandra López C.
Fotos por Gustavo Abdiel Rorres Ruiz.
El ya histórico Café Iguana, ubicado en el Barrio Antiguo de Monterrey, se erigió como el escenario de una experiencia musical única con la llegada del dúo gótico europeo Lebanon Hanover, acompañadxs por el trío bielorruso Dlina Volny, el pasado 7 de septiembre. Las luces rojizas que envolvían el lugar, desde el escenario hasta las paredes y el telón de fondo, dejaban claro que estábamos a punto de adentrarnos en un mundo distinto.
Este concierto marcó el inicio de una gira que llevaría a las bandas a visitar otras tres ciudades mexicanas, pero esta noche era para Monterrey. El Café Iguana, conocido por su atmósfera singular, ofrece un escenario donde la música y el arte se entrelazan en un baile hipnótico. Las paredes adornadas con luces tenues y pinturas de gran formato, a menudo con temas introspectivos, ocultistas y estilos reminiscentes de la pintura flamenca y el surrealismo, crean una sensación de misterio que te envuelve incluso antes de que comience la música.
El concierto estaba destinado a ser un viaje musical. La banda telonera, Dlina Volny, comenzó el ritual con una entrada enigmática. Las luces se desvanecieron y, desde detrás del telón, emergieron los sonidos de una oscura guitarra y un nostálgico teclado sintetizador. Aunque al principió la novedad desconcertó a lxs asistentes, la banda fue recibida con aplausos y gritos en cuanto se abrió la cortina.
Dlina Volny, compuesta por Masha Zinevitch en la voz, Ales Shishlo en el teclado y Vlad Mikutsk en la guitarra, creó un ambiente cinematográfico; utilizando densas nubes de niebla, luces saturadas de amarillo y rojo, y juegos visuales inspirados en el cine de arte retro, sincronizados con el ritmo de su música.
Con sonidos de brut-pop, dark-disco y post-punk, la banda pronto tuvo al público sacudiendo sus botas de plataforma al ritmo de sus éxitos, que incluyeron «Do It», «Redrum», «Tomorrow» y la muy esperada “Hollywood». El Café Iguana se convirtió en un club en toda regla. La gente bailaba, perdida en la música y el ambiente, mientras la banda parecía fusionarse con sus instrumentos, emergiendo ocasionalmente de las sombras en espasmos danzantes.
El público en el pit, compuesto por aquellos que habían esperado pacientemente en fila y que se habían vestido especialmente para la ocasión, estaba lleno de energía. Estábamos listos para el plato principal, Lebanon Hanover, un dúo germano-británico conocido por su sonido de post-punk gótico con matices ambientales, minimalistas y profundos. La actuación de Lebanon Hanover fue un performance por derecho propio. La banda se presentó con una sorprendente mezcla de éxitos bien conocidos e improvisación que convirtió el espectáculo en una experiencia única e irrepetible. La energía del público, expresada en gritos, aplausos y vítores, alimentaba a la banda en el escenario.
Al ritmo de «Kiss Me Until My Lips Fall Off», los atuendos que apenas habíamos vislumbrado en la fila comenzaron a cobrar vida. Una pequeña gorra llena de pins se balanceaba rítmicamente, atraído por la guitarra de Larissa. Un llamativo vestido de leopardo y cinturones metálicos movían su mohawk con energía eléctrica al ritmo de «Golden Child». Un par de lentes oscuros y una camisa satinada, salidos de una película de vampiros de los setenta, y ostentando un enorme crucifijo de piedras rojas que reflejaba la luz parpadeante, gritaba con emoción cada vez que William presumía sus característicos movimientos durante “I Have a Crack”. Desde el tradicional delineado al estilo de Siouxsie Sioux y medias de red, hasta un rojo en vinipiel con coletas despeinadas adornadas con cucarachas de plástico, todxs estabamos ahí para compartir la noche.
Después de “Come Kali Come” y un momento de trance catártico, donde la melancolía de reflexiones pesimistas se entrelazó con el sonido casi hipnótico y profundo, la noche culminó con «Babe’s of the 80’s», una melodía electrónica y vivaz que nos dejó a todxs con ganas de más.
A pesar de algunos problemas técnicos en el audio y la intervención inoportuna de uno de los ingenieros, la noche fue espectacular. Demostró que la escena gótica y alternativa de Monterrey está viva y activa, lista para lo que el futuro pueda traer. Sin embargo, también dejó un deseo: que Monterrey no dependa exclusivamente de la visita de bandas extranjeras para tener más clubes y fiestas de cultura gótica y alternativa. Cada evento, como este, fortalece la comunidad y nos recuerda que la oscuridad puede ser un lugar para la celebración y la expresión artística, más allá de nuestros audífonos.